"Amparo vendía cupones de la ONCE.
Podías encontrarla siempre, en el mismo lugar, pregonando la suerte de sus boletos hasta que conseguía vender el último, y podía regresar a su casa.
A veces, si el día no era propicio, la podíais ver allí, de pié, apoyada en la pared, hasta la hora del sorteo... pero ella asegura que nunca se llevó un cupón sin vender a casa.
Una noche, ya tarde, le compré el último cupón que le quedaba, quizá más para que pudiera dejar su esquina que por fé en el azar.
Gracias jefe-, me dijo, -ya pensaba yo que no daba hoy el premio gordo.
Me sonrió, al tiempo que guiñaba un ojo de mirada vacía y luego, girándose despacio, se alejó lentamente por la calle ancha.
Esa noche, pese a mi conocido escepticismo sobre los juegos de azar, esperé el sorteo con cierto nerviosismo y una buena dósis de ilusión."
JVM "Peronajes de mi infancia"
Podías encontrarla siempre, en el mismo lugar, pregonando la suerte de sus boletos hasta que conseguía vender el último, y podía regresar a su casa.
A veces, si el día no era propicio, la podíais ver allí, de pié, apoyada en la pared, hasta la hora del sorteo... pero ella asegura que nunca se llevó un cupón sin vender a casa.
Una noche, ya tarde, le compré el último cupón que le quedaba, quizá más para que pudiera dejar su esquina que por fé en el azar.
Gracias jefe-, me dijo, -ya pensaba yo que no daba hoy el premio gordo.
Me sonrió, al tiempo que guiñaba un ojo de mirada vacía y luego, girándose despacio, se alejó lentamente por la calle ancha.
Esa noche, pese a mi conocido escepticismo sobre los juegos de azar, esperé el sorteo con cierto nerviosismo y una buena dósis de ilusión."
JVM "Peronajes de mi infancia"
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